Por Antonio Zambrano- miembro del MOCICC
El 2019 es un año clave para el planeta y, en particular, para nuestro país. Hace apenas unas semanas, con el lanzamiento del último informe especial del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático – IPCC, sabemos con certeza que tenemos apenas 12 años de “ventana de oportunidad” para hacer todo lo que esté en nuestras manos para detener el acelerado cambio climático que estamos viviendo. Lo que significa dejar muy rápidamente de emitir a la atmósfera gases de efecto invernadero como el CO2 o metano, lo que implica parar con la quema de combustibles fósiles, con la deforestación de nuestra Amazonía y con la contaminación de los mares, entre otras cosas, que desequilibran el fino colapso de los ecosistemas del Globo.
Cerrada la puerta, no habrá marcha atrás; el colapso de los ecosistemas y las economías que dependen a su paso será el camino que seguirá a la inacción.
Por fuera flores, y por dentro temblores, y es que, en el caso peruano, nuestro Estado históricamente actúa a nivel internacional como un ejemplo en la región, con un Plan de Género y Cambio Climático y una Ley sobre este fenómeno, pioneros en la región, pero fuera del papel tenemos una gravísima situación de deforestación que viene superando récords en los últimos años, degradando nuestro principal activo ambiental: la cuenca amazónica. En los últimos 50 años, hemos perdido el 56% de nuestros glaciares con el acceso al agua (o, mejor dicho, estrés hídrico) para nuestras comunidades altoandinas. Ya la región amazónica se considera una de las cinco con mayor cantidad de desplazados climáticos internos del planeta.
La crisis es palpable y brutal, pero podría estar bastante peor. Las acciones que nos reclama la ciencia inmediatamente son también radicales, aunque aún no desesperadas. Debemos dejar el petróleo, carbón y gas natural bajo tierra, ya que debemos parar su quema lo antes posible, y transitar a energías renovables no convencionales como la solar, eólica, mareomotriz o geotermia, que, particularmente, en el caso peruano, tenemos un enorme potencial de explotación e incluso de industrialización de sus insumos que podría ser una industria nacional para un futuro limpio. Protección de los bienes primarios futuros: fuentes de aguas, áreas megadiversas y ecosistemas frágiles, no solo por ser potenciales rutas turísticas, sino porque de su existencia dependen las economías locales y regionales que las circundan. Incorporar en nuestro presupuesto nacional medidas de adaptación basadas en la gente. Es decir, que salvaguarden la agricultura familiar, las reservas comunales, la pesca artesanal y que en las ciudades se planifique la transformación del transporte y la gestión de residuos para interactuar adecuadamente con el campo y brindar una vida digna a sus habitantes.
El Bicentenario se acerca y este hecho debería tener como significado la superación de las taras que 200 años de república oligárquica ha traído a nuestros territorios y refundar una república en armonía con la naturaleza.
Publicado originalmente en el portal vamospueblo.pe