Perfil: Tarcila Yllaconza y la productoras quechuas que luchan contra la crisis climática

Por: marioyaranga

Tarcila Yllaconza es regidora  de Huambalpa, un distrito de Vilcashuaman en Ayacucho, se dedica a la agricultura  y una guardiana de la biodiversidad. Descubrió que sus tradiciones, heredadas por sus padres, aportan mucho en la lucha contra los problemas climáticos y trabaja, junto a otras mujeres, en la preservación de saberes y semillas de papa, maíz y cereales. Porque sin las mujeres del campo, ¿quiénes velan por los alimentos en el Perú?

Las mujeres en Huambalpa, cuenta Tarcila, se dedican a la agricultura, la crianza de animales como ovejas, gallinas y cuyes. Cuidan el hogar y preservan las semillas de diferentes papas nativas, unas 200 por lo menos, que son tan variadas y coloridas. Las hay moradas, marrones, de corazón rojo, amarillas, con manchitas, pequeñas, redondas, alargadas. Tantas que Tarcila no sabe enumerarlas, pero sabe de sus propiedades y su gusto para las comidas.

Otras mujeres en Vilcashuaman trabajan junto a ella por la conservación de semillas de papa y maíz, así como frutales. Todas han aprendido del campo con sus madres y familiares. Tan bendecido les parece el valle que se puede producir en diferentes épocas del año. La historia de esta zona de Ayacucho y su variedad se remonta a las culturas pre hispánicas.

Dicen los historiadores que Vilcashuaman fue la capital de uno de los cuatro suyos, el Chinchaysuyo. Hasta la actualidad sobresalen construcciones de piedra al estilo inca y tambos ubicados de forma estratégica.  Es una zona rica en variedades de plantas nativas que han resistido año tras año las variaciones climáticas. Tal vez entre esos cerros, se encuentra la clave para adaptarse a la crisis climática, entre maíces y papitas dulces.

Pero la producción no ha estado a salvo de problemas. Tarcila Yllaconza y Nélida Gutierrez nos cuentan que fueron muchas las plagas y retraso de lluvias que han traído las variaciones climáticas. Al que más temen es al granizo, ese enemigo transparente de los campos que cae del cielo, aparece de forma más constante y quema las plantas. Cuando llega, las familias se desesperan, las mamitas miran al cielo y ruegan que no destruya todo el cultivo.

Algunas veces, las plantas han quedado tan dañadas que las familias tienen que volver a sembrar. Es una pelea constante con el mal clima.  “A veces, las lluvias demoran en llegar, ya no se puede sembrar en la época que teníamos programado”, los ciclos se alteran, no se puede cultivar como antes. “Nos ha afectado mucho, con el cambio climático, nuestros cereales estamos perdiendo y nos preocupa”, afirman.

La importancia de la agricultura familiar es enorme ya que de ella depende la soberanía y seguridad alimentaria en el país.  Esta representa el 56% de la producción agraria nacional y el 80% de los alimentos que son consumidos en el país.  El Ministerio de Agricultura en su La política nacional de agricultura familiar ha reconocido el papel de las mujeres como pilar fundamental de la economía en el campo.


 

Perfil: Tarcila Yllaconza y la productoras quechuas que luchan contra la crisis climática


Tarcila que además de agricultora, ha sido dirigenta desde joven, empezó a buscar soluciones. Junto a la organización Chirapaq recibió capacitaciones para mejorar su producción, pero también, para empoderarse.  Empezó a practicar los conocimientos de sus padres para espantar el granizo.

“Cuando la luna está brillante, así como una pelota es que escogemos las mejores semillas, las que van a ser sembradas”, cuenta. También aprendió a reconocer las mejores plantas nativas, las más resistentes al granizo y los problemas climáticos. “Normalmente, las más resistentes son las papas nativas y las cultivamos de forma orgánica, aprendimos a preparar biocidas, mezclando rocoto con otras plantas, así fumigamos sin químicos y con el guano de la oveja hacemos compost”, agrega Tarcila.

“Mis padres abonaban la chacra con los guanos de sus ganados, con eso también estamos haciendo nosotras, sin abonos artificiales” comenta. Es que lo importante para Tarcila es la alimentación saludable. Cuenta que están produciendo de forma orgánica, pero para poder incentivar a más productoras, se requiere que puedan vender sus productos a precios justos.

Ella se formó como dirigente social con las promotoras de la organización Chirapaq, Centro de culturas indígenas del Perú. También ha viajado a diferentes países como México y Guatemala donde lleva la voz de las comuneras  del valle ayacuchano. En sus años de lucha aprendió que los saberes que ha rescatado de su familia son invaluables. Trabaja para que otras mujeres valoren su propio trabajo y generen mercados para sus productos, para que así puedan tener un aporte económico propio que les dé posibilidades e independencia.

 

Crónica elaborada en base a la experiencia del Proyecto Identidad y cultura para la seguridad alimentaria de CHIRAPAQ Centro de Culturas Indígenas del Perú  y en el Marco del proyecto Por nuestra Madre Tierra- Moccic
Fotos: CHIRAPAQ

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