Los pueblos indígenas son de las poblaciones con alta vulnerabilidad frente a la crisis climática; y dentro de este grupo poblacional, son las mujeres las que sufren más sus efectos. Sin embargo, son ellas las que proponen alternativas de adaptación y cuyos conocimientos son clave para afrontar este problema global.
Desde las organizaciones indígenas se ha trabajado para afrontar las afectaciones que el cambio en los ciclos del clima provoca en los recursos naturales y sobre el territorio donde habitan los pueblos indígenas.
Delfina Catip, lideresa awajún, es miembro del Consejo Directivo Nacional de la Asociación interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana – AIDESEP, una de las 8 organizaciones nacionales de pueblos indígenas. Ella está a cargo del Programa Mujer, que tiene un lineamiento específico para trabajar en afrontar el cambio climático.
Catip señala que se buscan propuestas aterrizadas desde el territorio. “Como productoras, las mujeres vemos dentro de los bosques las variaciones en el clima, hay cambios extremos, mayores lluvias, más calor o frío donde antes no había”, comenta y añade que se busca exponer y sensibilizar sobre el poder de adaptación frente a estos cambios que tienen las mujeres indígenas.
En Perú, el año 2015 se aprobó el Plan de acción de género y cambio climático, una política nacional que buscaba brindar orientaciones con enfoque de género en las medidas de adaptación y mitigación del cambio climático. Sin embargo, Delfina señala que se requiere aterrizar esta política en acciones a corto, mediano y largo plazo, impulsando la participación activa e integral de las mujeres, tanto en la toma de decisiones, como en la gestión de recursos en el territorio.
“Se necesita trabajar con ejes estratégicos y políticos, es esto lo que trabajamos en el programa mujer”, indica.
CAMBIOS EN LA RUTINA
Delfina ha sido dirigenta regional en San Martín, donde ha visto y vivido en carne propia los efectos de la crisis climática, no solo en la zona del pueblo awajun, sino también en el territorio de los otros pueblos que habitan dicha región.
En primer lugar, señala que se tiene afectación en la agricultura comunal. Las estaciones varían, con el calor extremo y la lluvia que ya no es estacionaria, las plantas pequeñas mueren. “Ya no se puede sembrar como antes, se minimiza la seguridad alimentaria”, lamenta. A esto se suma que el excesivo calor exige cambios en los horarios de trabajo en el campo. “Antes trabajábamos a pleno sol, ahora no podemos, se trabaja hasta las 10 o las 11, luego es imposible”, comenta.
En los pueblos indígenas, que los niños acompañen a sus padres en las labores de las chacras es usual y parte de su aprendizaje comunal. Sin embargo, esto también cambia con la crisis climática, pues los más pequeños se ven expuestos a temperaturas que afectan su salud.
De otro lado, el calor también provoca la aparición de insectos alrededor de los pozos y estos generan enfermedades desconocidas en las comunidades. Y en el caso de excesiva lluvia, se pierden los cultivos cercanos al río y los estudiantes pierden clase si tienen que trasladarse a través del río a la comunidad donde queda el colegio.
Todos estos cambios aunque en la rutina familiar y comunal, sumados generan mayor trabajo en el rol que cumple la mujer indígena. Delfina recalca que los varones también son afectados, pues la pesca y la caza, también varía.
SOLUCIONES EN EL TERRITORIO Y LA POLÍTICA
En San Martín, existen iniciativas impulsadas por mujeres indígenas que pretenden hacer frente a la crisis climática. La recuperación de ojos de agua a través de la plantación de palmeras como el aguaje, es una de estas.
Entre las mujeres awajún del Altomayo, además han comenzado el proceso de recuperación de plantas medicinales, de árboles maderables y frutales. Un ejemplo de este es el Bosque de las Nuwas, impulsado por la ONG Conservación Internacional, donde las mujeres administran una porción del territorio comunal. Por su parte, mujeres kichua están impulsando el cultivo de cacao y la producción de chocolates, como alternativa a la venta maderable.
Uno de los problemas que identifica Delfina en el territorio y que agravaría los efectos climáticos, es el arrendamiento de tierras; las experiencias de gestión territorial de manos de las mujeres son una manera de hacerle frente a esta práctica y a valorar la importancia de no afectar el bosque y de enfocarse en lo que se conoce como manejo forestal comunitario, señala Delfina.
Sin embargo, para que estas iniciativas sean efectivas, se requiere de la participación efectiva de las mujeres en los espacios donde se decide sobre el territorio, aprovechando el conocimiento diferenciado que tienen de este. “Somos capaces de liderar espacios frente al cambio climático, para eso debemos participar en la vida organizativa, pero con representación desde los pueblos”, explica la dirigenta.
“Nosotras no vamos a depender del estado, de los empresarios o del marido, las mujeres somos capaces de impulsar la economía indígena y las acciones frente al cambio climático”, concluye Delfina.